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martes, septiembre 20, 2005

Primeras burradas

Entre varias de las cosas que no me gustan están las clases de baile. Siempre me ha desesperado que un instructor me diga: "pie izquierdo, pie derecho, 2, 3 4, ¡Vuelta!" Como bien saben mis sufridas amigas (en especial Martha) soy muy malo bailando. Pero a través de su paciencia, comprensión y mis pisotones, han conseguido que al menos sepa llevar el ritmo que, a fin de cuentas, es lo que importa para bailar. Por eso, de una u otra forma, sé bailar, muy mal por cierto, pero sé bailar.

El asunto es que dentro del curso de inducción de la Universidad me invitaron a una noche de "salsa". Yo estaba feliz, casi pensando en que iba a pedir una salsa molcajeteada, pero no, resulta que a la gente de por acá le gusta bailar salsa. Por supuesto, salieron a relucir las mejores garras de todos, la gente se bañó y se perfumó, las chavas se arreglaron y todo eso. Yo, la verdad, me fui como andaba, ya que me dio una hueva profunda arreglarme. Sin embargo pensé que sería padre una bailada (y he de admitir que fue la influencia de Martha y Ana lo que me hizo que me gustara el baile)

Total que iba yo dispuesto a mostrar mis mejores habilidades pulidas en la pista de baile del desaparecido "Azúcar", cuando al llegar al Squirrels Bar me encuentro con una escena que no esperaba ver: Hombres y mujeres separados, unos frente a las otras, de cada lado de la pista. Y en medio un instructor de baile. El hombre trataba de hacer entender a los japoneses, poseedores de dos pies izquierdos (ambos con una ménsula en donde debería ir el tobillo), que contaran 8 tiempos con dos perdidos, algo así como: "1,2,3...5,6,7..." Y por supuesto, aquello parecía un campo de entrenamiento militar, con reclutas parientes de Forrest Gump. Durante dos horas el instructor se dedicó a no dejar bailar a la gente, dando consejos, pasos y caminando entre las parejas en los pocos momentos que los dejó bailar. En total, la gente bailó como 3 canciones completas. Ya cerca del final, una muchacha de la international office se me acercó para invitarme a bailar, pero pues quedaba media canción, así que gentilmente le dije que no. Y yo, todavía inocente, pensé que al final del suplicio de las dos horas de instrucción, por fin iba a empezar el baile, pero pues no. A eso de las diez de la noche, se despidió el instructor, apagaron todo y al carajo, cada quien a su cuarto.

Así que me quedé con ganas de bailar, sin tomar cerveza porque andamos en plan económico y como el gacho que no quiso bailar con nadie.

Siempre le voy a estar agradecido a mi padre por haberme dado una de sus mejores lecciones al enseñarme cómo reírme de la adversidad. Aunque, he de aceptar, que ahora más bien acabé riéndome de de mí mismo. Carajo...


Darth Tradd
Opal Gardens
Manchester, UK

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Para rumiar tus penas, nada como una buena noche de televisión viendo programas de la BBC (sí, ya lo sé, van a decir que jeringo mucho con lo de la tele y sus licencias). Pero es que estoy dispuesto a cambiar una camiseta del Manchester United pirata por un receptor de TV para computadora...

11:18 p.m.  

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